Cuando el 2 de febrero de 1592 fallece, en su palacio de Pastrana, doña Ana
Mendoza y de la Cerda, con solo el acompañamiento de su hija menor, Ana y algunos, escasos sirvientes,
se cierra una biografía de un personaje apasionante
y complicado.
Hay abundantes testimonios escritos
sobre los asuntos que tuvieron relación con la Princesa de Éboli pero de sus
más íntimos y apasionados devenires, de sus recuerdos personales, tenemos bastantes
menos noticias.