Un
personaje mítico (nunca mejor empleado el término) del anarquismo español.
Ya desde
su infancia y adolescencia en León, donde nació , y luego a través de su azarosa
vida hasta su controvertida muerte en 1936 en el frente de la Ciudad Universitaria de Madrid durante la Guerra Civil, Buenaventura Durruti es el ejemplo de
una forma de ver la vida, diríamos de
ser.
En una
carta a su hermana Rosa le comenta sus sensaciones desde el principio de su
toma de conciencia: “Desde mi más tierna edad, lo primero que vi a mi alrededor
fue el sufrimiento, no solo de nuestra familia sino también de la de nuestros vecinos.
Por intuición, yo ya era un rebelde. Creo que entonces se decidió mi destino”
La explosión de ideas, de acontecimientos, de movimientos políticos que ,con el comienzo del siglo XX ,impregnaron en la mayoría de las sociedades europeas de unas inquietudes que desbordaron a sus integrantes y las empujaron a unos acontecimientos que cambiaron definitivamente la faz del mundo tal como se conocía .Buenaventura Durruti se empapó de influencias políticas y sociales e interpretó radicalmente las inquietudes que movieron a multitud de personas a romper con la tradición y crear un mundo nuevo.
A lo
largo de una vida muy intensa; falleció con cuarenta años; fue un decidido
partidario de la política de la acción
directa. Llegó a estar reclamado por la justicia de tres países, España,
Argentina y Chile e involucrado en multitud de acciones “revolucionarias”,
entre las que destacan el asesinato del cardenal arzobispo de Zaragoza, Juan
Soldevilla y Romero, el intento de
atentado contra Alfonso XIII, en una visita a Paris, en 1924, el asesinato del
gobernador de Vizcaya teniente coronel José Reguerol y también del atentado que
acabó con la vida del presidente del gobierno Eduardo Dato.
Hombre de profundas convicciones
revolucionarias, solo una revolución proletaria debía transformar al hombre
despertando, en él, el sentido de la responsabilidad. Quería hacer comprender
que la revolución era un asunto de todos.
Cuando
estalló el golpe militar, los Anarquistas, muy organizados en Cataluña,
hicieron frente a los sublevados y se trasladaron rápidamente al frente de
Aragón donde lograron recuperar el
terreno perdido en los primeros compases de la Guerra Civil. Durruti y su
famosa columna del mismo nombre propiciaron en las zonas que controlaban que se
pudiera poner en ejecución muchas de las ideas anarquistas. Las
colectividades agrícolas comenzaban a funcionar apenas la columna
realizaba una conquista. La colectivización aragonesa llegó a
abarcar más del 70 por 100 de la población de aquella región.
El número de colectividades era de 450 y la adhesión a este
tipo de explotación comunal de la tierra era totalmente voluntaria.
En su
seguramente más completa biografía, Abel Paz, hace un resumen definitorio de su
vida:
“Durruti
vivió la mayor parte de su existencia en la clandestinidad. Su militancia había
sido siempre una trayectoria discutida; enemigo del orden burgués;
Durruti no podía ser otra cosa para ese orden que un bandido; sin
embargo, entregado en cuerpo y alma a la revolución pues para los revolucionarios
Durruti era un personaje especialmente dotado.”
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