La autora: Ellis Peters, seudónimo de Edith Partager (1913-1995),
fue una escritora inglesa de novela histórica con tintes de novela negra.
Nació en Horsehay, Shroshire en la zona donde más tarde
situará las aventuras de su personaje Fray Cadfarel, monje benedictino de la
Abadía de San Pedro y San Pablo en Shewsbury, en el oeste de Inglaterra cerca
ya de Gales, lugares que tienen una gran trascendencia en las novelas de monje.
Ellis Peters posee una enorme habilidad para situarnos en la
Inglaterra del SXII, en un escenario de luchas intestinas entre la emperatriz
Matilde reina de Inglaterra, por un
corto periodo y su primo Esteban de Blois
a la postre vencedor de la contienda y que durante veinte años supuso un
reinado convulso y una guerra civil.
Matilde, aunque desembarcó en Inglaterra desde su feudo
francés para hacer valer sus derechos dinásticos le faltó el apoyo militar de
su esposo Godofredo V más preocupado en incorporar Normandía a sus dominios que
en los derechos de su esposa a la corona inglesa. Luego de varias vicisitudes
se llegó a un acuerdo entre ambos contendientes en 1153 (Tratado de
Wallingford) por el cual Esteban reconocía como su sucesor al hijo de Matilde (Enrique
Plantagenet) que subiría al trono inglés
como Enrique II.
El personaje central de todas las novelas es un clérigo
gales del siglo XII, monje benedictino de la Abadía de San Pedro y San Pablo en
Shewsbury (Inglaterra) y la habilidad de la autora nos sitúa en la zona y en la
época, entre las luchas dinásticas de los candidatos a la corona inglesa.
Con maestría nos traslada a un paisaje que ama y conoce muy
bien, la frontera entre Gales e Inglaterra y a través de ella, siempre la misma
tierra donde se asienta la Abadía y sus inmediaciones y las fronterizas tierras galesas.
Como es habitual entre la pléyade de escritores británicos
de mayor o menor enjundia literaria, la autora muestra un gran habilidad para la
trama, la definición de los personajes y la descripción de los paisajes. Es en estos últimos donde se ve el amor y el
conocimiento que la autora tiene de los
lugares donde acontecen sus relatos.
Y esto es un rasgo importante de las novelas porque tal vez,
excluyendo a su principal personaje, el resto suele estar únicamente esbozados
y aunque de algunos podamos a lo largo de los relatos acumular datos y
circunstancias solo la figura del monje benedictino Fray Cadfael está
notablemente más desarrollado y del iremos conociendo sus circunstancias, su
vida anterior a ingresar en la abadía, sus planteamientos vitales, sus sueños y
deseos, sus razonamientos, sus posicionamientos frente a los devenires diarios.
Y luego sus figuras femeninas; seres siempre por encima de
los hombres, equilibradas, valientes, muy seguras en sus ambiciones, con
fuertes y dibujadas personalidades, bellas o cuanto menos atractivas, capaces
de tomar la iniciativa en cualquier circunstancia a
pesar de los malos augurios o las malas perspectivas, frente a hombres pacatos, en la mayor parte de las
circunstancias, menos dibujados, descritos generalmente a vuelapluma ; hombres jóvenes
cuyo destino es siempre una incógnita y hombres maduros, señores o siervos,
siempre en unos papeles menos desarrollados.
Mujeres que van desde
Santa Wifrida, patrona de la Abadía, compendio de virtudes y belleza, hasta la cercana
abadesa de movido pasado y como fray
Cadfarel, de vocación tardía, en un mundo que desde la más tierna infancia se dedicaban
jóvenes al convento y a la vida monástica. Solo algunos casos, de circunstancias personales más excepcionales dan a determinados personajes una habilidad y una perspectiva distinta al común.
Una lectura muy recomendable que nos entretiene, nos enseña
y nos hace pensar.
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